medir la productividad

¿Debemos medir la productividad de nuestros trabajadores?

La maximización del beneficio económico es señalada tradicionalmente como el objetivo principal de la empresa privada. Partiendo de esta premisa, como norma general nuestros esfuerzos irán encaminados a reducir los costes e incrementar la rentabilidad.

Pero con este objetivo en la cabeza no podemos caer en el error de concebir estrategias e implementar acciones que mejoren la cuenta de resultados, olvidando un aspecto fundamental: antes de actuar hay que conocer. Medir, medir, medir, vuelve a ser el mantra que cualquier directivo debe tener presente antes de tomar cualquier decisión.

A simple vista, medir podría parecer una operación sencilla: todo lo que pasa por nuestras manos, desde las materias primas, hasta las infraestructuras pasando por lo que nos cuesta elaborar el producto o prestar el servicio tiene un precio. Sólo hay que sumarlos. Sin embargo, hay un elemento que complica la ecuación: el factor humano. ¿Cuál es el valor de un trabajador? ¿Cómo medir su productividad?

Para medir la productividad de los empleados debemos considerar parámetros distintos, según la actividad que realicen. Pongamos como ejemplo una empresa de productos tecnológicos, en la que tengamos unos trabajadores ensamblando y otros en el departamento de I+D. Los dos grupos son clave para el rendimiento de la empresa, sin embargo, la forma de evaluarlos debe ser distinta.

En el caso de los ensambladores, las métricas serán sencillas de obtener, pues se evaluarán procesos repetitivos y estables: para un análisis básico de su nivel de productividad bastaría con conocer cuántas piezas ensambla cada trabajador en un lapso de tiempo determinado. En cambio, procesos más experimentales o creativos, como los que se realizan en el departamento de I+D, cuyos resultados debemos considerar a largo plazo, requieren una medición menos encorsetada, como podría ser el promedio de éxito en un periodo de tiempo semejante, o los resultados individuales respecto al equipo, o incluso los del propio equipo en comparación con los resultados de la competencia.

Por otro lado, cuando nos proponemos medir la productividad de nuestro equipo deberíamos hacerlo con el fin de ayudar a nuestros trabajadores a mejorar. Así, es importante que nos aseguremos de devolverles la información obtenida, pues ello contribuirá al buen desarrollo de nuestra empresa. Asegurarnos de que los empleados entiendan cómo se medirá su productividad y ser realistas en los resultados que esperamos de ellos serán dos factores que influirán notablemente en la buena marcha de la estrategia.

Entonces, ¿por dónde empezamos? Tengamos en cuenta lo siguiente:

1- Desarrollar un criterio numérico para medir la productividad del empleado: como en los problemas aritméticos de distancias y medidas, es fundamental hacer el cálculo usando las mismas unidades. No confundamos productividad con intensidad: en ocasiones hay aumentos en la producción que tienen como causa un aumento de las horas trabajadas o de la intensidad del trabajo y este aumento se recoge como un incremento en la productividad, cuando no es así.

2- Buscar indicadores claros y relevantes: métricas de productividad pura y dura, de eficiencia, o de cumplimiento de objetivos son indispensables, pero no debemos olvidar otras como las que nos puedan proporcionar los resultados de los cursos de formación, la motivación o el ambiente laboral que favorece el trabajador, por ejemplo.

3- Calcular cualitativa y cuantitativamente el trabajo que ha realizado el empleado: obviamente, en este punto cobra especial importancia el tipo de actividad a realizar. Como decíamos más arriba, no podemos equiparar la productividad de un departamento mecánico y de uno creativo, por ejemplo. En este caso, lo ideal para hallar las métricas cuantitativas es asignarle un valor económico al producto, aunque quizás la forma más racional de hacerlo sería asignarle un peso a cada tarea y hacer un promedio de lo que se haya completado en el tiempo estipulado.

4- Definir el cálculo sobre una base temporal: todos los cálculos habrán de ser temporalizados, ya sea en días, meses, años, incluso décadas. Cuanto más largo sea el lapso de tiempo, más sencillo será el análisis, pero también menos riguroso y, por lo tanto, menos útil. Tengámoslo en cuenta.

 

Estos puntos básicos nos ayudarán a comenzar con la tarea, pero no debemos relajarnos. La obtención de datos es una labor que requiere un firme compromiso de actualización para una correcta toma de decisiones: establecer referencias temporales o puntuales, actualizar la información tan a menudo como nos sea posible, añadir indicadores que pudiéramos haber obviado en una primera ronda…

Es un trabajo constante que nos permitirá identificar y restar los limitadores de la productividad, conocer más a fondo nuestra empresa y dar un paso más en el camino del éxito.

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Imagen: Fotolia

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Sebastián Gómez
sgomez@noray.com